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“No soporto este desorden, estos estallidos de odio, el repugnante
espectáculo de la guerra. Me iré a algún rincón tranquilo en el campo. Viviré
con los cuatro cuartos que me quedan hasta que el mundo recobre la cordura.”
Ese deseo nunca se cumplió. Irene
Némirovsky, autora de esta frase y del libro que hoy os comentamos, “El Baile”,
murió a los treinta y nueve años en Auschwitz donde había sido deportada al
estallar la Segunda Guerra Mundial debido al origen judío de su familia.
Nació en Kiev (Ucrania) en 1903 y pertenecía a una familia adinerada por
lo que recibió una esmerada educación. Una
infancia solitaria y la infelicidad
causada por el despego de su madre hacia ella dejaron profundamente marcada a esta
mujer, cuyo desprecio por la figura materna es evidente en algunas de sus
novelas.
Y fue ésta, ”El Baile”, publicada
en 1930, cuando tenía ya veintisiete años, la que la hizo conocida en el mundo
literario. Es una verdadera “perla” que en escasas cien páginas, nos cuenta una
historia en apariencia sencilla pero que refleja muy bien la hipocresía y la
carencia de verdaderos valores en la sociedad de aquella época (extensible,
a nuestro juicio, hasta la actual).
Antoinette, hija de un matrimonio vulgar que han conseguido amasar una
gran fortuna, es una adolescente de catorce años que está viviendo ese difícil
tránsito a la edad adulta en constante enfrentamiento con una madre colérica y
carente de verdadero interés por su hija, a la que no desperdicia la ocasión de
humillar.
Con el afán de tener el reconocimiento social que desea y empeñada en
hacer de ella un escaparate donde
reflejar su nueva vida de ricos, Antoinette pasa los días asistiendo a clases
de piano y aprendiendo las normas de cortesía y protocolo que una institutriz
inglesa, a instancias de su madre, le trata de inculcar. Pero la adolescente
tiene otras preocupaciones.
Está en esa edad donde se hace preguntas acerca del amor y la vida y
siente que los adultos la ignoran, no la entienden. Convencida de ello y con el
firme propósito de enfrentarse a su madre, lleva a cabo una venganza, producto
de un impulso, que da al traste con el gran baile que ésta prepara (y al que le
había prohibido asistir) con el objetivo de hacer su entrada en la alta
sociedad parisina a la que ansía pertenecer.
Observadora del triste final que ha provocado su acción, Antoinette, se
acerca a su madre que llora el desastre desconsolada. Después de escuchar sus
lamentos y aunque poco conmovida, le dedica
una sencilla frase que es un auténtico broche de oro para cerrar el libro.
En definitiva, una lectura que os recomendamos, perfecta para leer en la playa o en la piscina y que no deberíais perderos. ¡Que tengáis buena semana mis ·Beautiful and Damned·!
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